Para la central obrera, el paro fue “contundente”, aunque no logró conmover al Gobierno para que acepte negociar sus medidas.
El paro de la CGT se hizo sentir, pese a que tuvo un acatamiento dispar, pero la dirigencia cegetista no pudo cumplir con su objetivo: conmover al Gobierno para que modifique sus políticas. Las reacciones de los principales referentes libertarios ante la segunda huelga general contra Javier Milei permiten suponer que el día después de la protesta sindical no cambiará demasiado la postura oficial.
“El Gobierno debe tomar nota y reconfigurar su política de ajuste, que nos está llevando a extremos”, dijo el cotitular de la CGT Héctor Daer (Sanidad) en la conferencia de prensa en la que se hizo un balance de la medida de fuerza.
Curiosamente, no hubo euforia ni expresiones de alegría entre los dirigentes que se ubicaron en el escenario del salón Felipe Vallese de la sede de Azopardo 802. La “contundencia” del paro que destacaron varios sindicalistas no se notó en sus rostros ni en su discurso: Daer no quiso responder directamente críticas de Milei, Patricia Bullrich, José Luis Espert y Manuel Adorni, y hasta Pablo Moyano, afecto a la incontinencia verbal, estuvo más medido (hace una semana, en el mismo lugar, despertó la ira de los senadores al hablar del “fantasma de la Banelco”).
El balance positivo del paro que hizo la CGT tuvo sabor a alivio (no tenían una clara certeza del grado de acatamiento de los trabajadores) y también a preocupación: el problema que se abre ahora para la cúpula cegetista es cómo seguir.
El sector dialoguista sabe que no puede repetir huelgas todos los meses, aunque empieza a sentirse la presión de algunos dirigentes por avanzar hacia un paro de 36 horas. Lo verbalizó el combativo Rubén “Pollo” Sobrero en la marcha de la izquierda por el Día del Trabajador y, a la distancia, ya lo consideran como una variante posible en el ala dura de la CGT.
Un puñado de gremialistas habló sobre ese tema en el cuarto piso de la CGT antes de que comenzara la conferencia de prensa. “Bueno, ahora usemos la cabeza; basta de paros”, dijo un dirigente de primera línea. Otro se quejó: “Pero Milei nos obliga a parar porque no afloja un centímetro”. El debate interno en el sindicalismo sobre el futuro del plan de lucha comenzará la semana que viene, pero incidirá de manera decisiva la suerte que tengan la Ley Bases y el paquete fiscal en el Senado.
Para la mayoría de la CGT no habrá manera de que el Presidente retroceda y acepte negociar si no fracasan sus grandes apuestas legislativas. Fue lo que pasó, recuerdan, cuando descubrió tardíamente la enorme repercusión de la marcha universitaria. “Milei es inteligente y hay que confrontarlo con inteligencia”, fue una de las frases escuchadas en privado en la CGT. En la misma sintonía, un dirigente de peso advirtió: “Tenemos que cuidar la herramienta del paro. No la podemos desgastar”.
En la escenificación elegida por la CGT durante la conferencia de prensa, pareció una sugestiva señal de apertura el hecho de que algunos dirigentes que monopolizan los principales lugares y el uso de la palabra, como Daer y Moyano, le dieron espacio y voz a otros de sus colegas como Carlos Acuña (estaciones de servicio), Andrés Rodríguez (UPCN), Sergio Romero (UDA) y Julio Piumato (judiciales). Pareció una reacción ante las críticas que recibe la “mesa chica” de la CGT por parte del resto de sus colegas porque “entre 5 o 6 dirigentes resuelven todo y no le piden opinión a nadie”.
Dentro de la central obrera, hay quienes imaginan que el Gobierno finalmente accederá a convocar de nuevo a la dirigencia cegetista para reanudar el diálogo. La primera -y última- reunión oficial se produjo el 10 de abril en la Casa Rosada. Desde entonces, el vínculo se mantuvo a través de los contactos reservados de la CGT con el asesor presidencial Santiago Caputo, aunque subsiste el rol de interlocutor del ministro del Interior, Guillermo Francos, con los gremialistas. Incluso la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, empezó a tener más reuniones con la dirigencia sindical: la semana pasada, por ejemplo, recibió a los cuatro gremios docentes de la CGT y les prometió llamar en breve a la paritaria nacional del sector. Otros encuentros similares se mantienen en secreto.
El Gobierno no hizo ningún esfuerzo adicional para tratar de que se levantara el paro de este jueves, aunque es cierto que dio algunos guiños en ese sentido. Por ejemplo, aceptó recortar la reforma laboral incluida en la Ley Bases casi a medida de la CGT y flexibilizó su postura de no homologar paritarias que superaran la previsión inflacionaria (ahora, acepta los mismos aumentos salariales si se reacomodan las cifras finales para camuflarlas, toda una tradición de gobiernos de distinto signo).
Ahora, tras su segunda huelga general en cinco meses, la CGT espera que la próxima jugada sea de Milei. No sólo lo espera sino que también es lo que necesita su fracción dialoguista, que busca eludir la postal intolerante de los 13 paros generales contra Raúl Alfonsín y, además, quiere escaparse de la dinámica irreductible de las fracciones gremiales combativas y de izquierda. Desde allí surgen en estas horas las consignas en favor de un paro de 36 horas. Los moderados de la CGT temen que en ese foco radicalizado de sus propias filas y de las dos CTA germinen ideas destituyentes.
El desafío es cómo continuar tras esta medida de fuerza que se hizo sentir, pero que, en la práctica, no cumplió el objetivo de conmover al Gobierno. La foto final, incluso, relativizó el alto acatamiento a la protesta del que habla la CGT porque hubo shoppings, supermercados y comercios abiertos, además de un intenso movimiento de autos. Daer incluso admitió que había colectivos, “pero sin pasajeros”.
“El éxito (del paro) no nos pone contentos porque no nos pone contentos hacer una medida de fuerza -admitió Daer esta tarde, lejos del tono triunfalista-. Una medida de fuerza no tiene un fin en sí mismo, sino el fin de establecer la apoyatura a un reclamo preciso y claro que fue la agenda que nos llevó a tomar esta medida. Está en discusión un proyecto de país y de desarrollo hacia el futuro”.
Otro dilema que encierra la estrategia cegetista: ese proyecto que “está en discusión” es el que votó la mayoría de los argentinos en el balotaje del 19 de noviembre pasado. Hace poco más de 5 meses.
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