Macri, Bullrich y la CGT coinciden en un diagnóstico: entre febrero y marzo estallará una crisis que obligará a Milei a cambiar el gabinete.
Por Ignacio Fidanza *
La política es un desastre pero el peligro es la economía. El gobierno de Milei hasta ahora no logró armar un equipo político consistente. Se nota en el Congreso y se nota en la casi nula relación con los gobernadores, incluso con los que están para acompañarlo. Guillermo Francos está sólo y no tiene herramientas. Milei lo dejó sin fondos y lo obliga a ir a pedirle plata a Posse, que nunca le da. Hacer política sin plata es como subir un cerro tucumano en una bicicleta sin cambios.
Pero lo grave es la tormenta macro que se está armando en el horizonte. La emisión sigue disparada a niveles del Massa de las trenzas sueltas, el ajuste se empantanó en el Vietnam del decretazo y la ley ómnibus, no hay financiamiento externo, las importaciones siguen completamente bloqueadas y la inflación ahora sí coquetea con niveles de híper y ya descuentan en el mercado una nueva devaluación para febrero. El déficit incluso podría superar al de la maldita herencia si se consolida la recesión y derrumba la recaudación.
“Los próximos tres meses van a ser horribles para ser funcionario del gobierno, yo estoy para apoyar y salir corriendo”, afirma un diputado que suena para ministro pero prefiere esperar el segundo turno.
La especulación de la eclosión de una crisis económica y social que detone en algún momento entre febrero y marzo es la que anima en este momento a la política. Los que se autoperciben como ministros suplentes hablan maravillas de Milei pero guardan prudente distancia esperando el recambio. Es lo que hace Federico Sturzenegger que les dejó el regalo envenenado del decretazo y se fue a Cariló. El economista del MIT, que como escribió Ricardo Kirschbaum va por su tercera medalla luego de fracasar con De la Rúa y Macri, no acepta cargos porque está convencido que es el sucesor designado de Caputo.
“Federico se equivoca, cuando esto explote se lo lleva puesto a Toto, pero también a él, se van los dos”, razona un funcionario libertario.
La misma fragilidad aqueja a Francos que además de los choques con Posse entró en la dead zone de Karina Milei. “Es el único que hace política”, se lamenta otro dirigente libertario, que intuye su caída. El presidente, como Alberto Fernández, es un chateador intenso. Entonces todos se creen muy cerca de ser elegidos. “Yo hablo directo con Javier, no necesito a Macri”, se envalentonan en el PRO. Error. Una cosa es el ejercicio de contención presidencial, que le sale gratis -lo único que pierde es tiempo-, y otra una negociación política que estabilice un gobierno en crisis. Para ofrecer eso hay que tener poder real.
Por eso, la interna de fondo es la que por estas horas libran Patricia Bullrich y Macri, para ver si en la crisis que estiman inexorable, Milei elige el abrazo de un oso o de una osa. El Presidente ahora está bien con Bullrich y mal con Macri. Llegar de la mano del ex presidente implica veto presidencial. Le pasó a Ritondo. Pero no conviene apresurarse en dar por muerto a Macri. Esta calma chica le permite a Milei desplantes de violinista excéntrico, imposibles de mantener cuando estalle la tormenta.
Massa le dijo a los gordos de la CGT que se apresuraron en lanzar el paro. “Tiene razón, pero fue una canchereada innecesaria, porque ahora si levantan la medida van a decir que fue porque les pidió él”, razona un integrante de esa organización, que entiende otra manera de abordar lo que viene. “Esto es la economía y el conflicto social, nosotros no tenemos nada que hacer. Hay que esperar y cuando estalle el conflicto darle un cauce, conducirlo”, explica.
La CGT le clava el visto a Francos porque les prometió que el decretazo sólo contendría un fondo optativo de despidos al estilo de la Uocra. “Le perdieron la confianza”. Hoy no hay un interlocutor confiable del gobierno con el movimiento obrero. “Nosotros pasamos de ser un factor de poder a un factor de presión, lo único que podíamos ofrecer es paz social, ahora es posible que recuperemos alguna centralidad”, agrega el sindicalista. Los movimientos sociales son la otra pata de ese conflicto que viene. El Movimiento Evita de Emilio Pérsico está en sintonía con la CGT. Y los grupos que conduce Grabois con Cristina Kirchner.
Milei trata de negociar algo con los sindicalistas, pero le faltan jugadores experimentados. Sandra Petovello creyó que había metido un gol cuando se sacó una foto con Armando Cavalieri en medio de la marcha de la CGT a Tribunales. Pero por algo le dicen el gitano. Luego del encuentro en el que Cavalieri prometió acompañar, la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Trabajo -se sigue llamando así- sacó un dictamen que dice que los artículos del decretazo que eliminan la cuota de solidaridad sindical no tienen efectos retroactivos en el caso del sindicato de comercio. Es decir que el más de un millón de afiliados de ese gremio seguirán sufriendo esos descuentos compulsivos que Milei y Sturzenegger se creen que eliminaron. Y atrás de ellos, el resto de los gremios.
Que un área técnica del gobierno dictamine contra la línea reformista de Milei no es un caso aislado y es consecuencia de la enorme cantidad de cargos importantes que el libertario no cubrió. Así como el cordobés Osvaldo Giordano no se anima a reemplazar a los poderosos delegados de la Anses del Conurbano para no pelearse con los intendentes peronistas, en el Banco Central el área de asuntos jurídicos tiene a punto de salir un dictamen explosivo: el bono para importadores que lanzó Caputo es inconstitucional y compromete de manera ilegal el patrimonio de esa institución.
El tema de los intendentes del Conurbano es serio. Milei compró la receta de Schiaretti y descargó el grueso del ajuste sobre la clase media del área metropolitana que sufrirá los tarifazos más fuertes y una inflación que le saca varios cuerpos a la del interior. Es en esa geografía donde se define la suerte de los presidentes y por eso de De la Rúa para acá siempre se avanzó con pies de plomos a la hora de remover los subsidios.
“No hay nadie hablando con los intendentes que son los que deberían contener el conflicto cuando estalle”, razona un libertario. Y así estamos.
* Editor de La Política Online
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