Antes de comenzar el desarrollo de esta nota, repito como muchas veces lo he realizado, que el mundo se analiza con las lentes que nos ha proporcionado nuestra historia vivida, nuestra cultura, nuestra idea que tenemos del mundo que pisamos.
Cuando me solicitaron que defina el momento que estamos viviendo en el país, no dudé en calificarlo como lo señala el título que precede a este párrafo: El goce de la crueldad.
¿No será mucho? Me dijeron. Tal vez te estés excediendo, completaron.
Veamos. O, mejor dicho, observemos. Analicemos. Y cuando finalicemos el recorrido, opinemos.
El movimiento político que se ha hecho cargo de gestionar el Estado Nacional había advertido que vendría a cambiar de raíz su funcionamiento. Que iba a eliminar miles y miles de puestos de trabajo. Algunos llegaron a aventurar que los trabajadores vomitados a la calle serían millones. Lo que no aclararon, es si sería solo de los estados nacional y provinciales o si esta cifra incluiría también a los privados.
Fuere de una forma o de la otra, hasta ahora los despidos superan cifras turbadoras en muy poco tiempo, sumados privados y estatales.
Lo que se destaca de esta situación no es sólo que miles de familias dejen de percibir su salario mensual, el cual les permitiría vivir el mes siguiente. Lo relevante, además, son las formas como se realizan, la preparación previa a través de los medios masivos dominantes de comunicación y del vocero presidencial, mediante la difusión de noticias falsas. Pero dichas desde el poder central. Como así también la demonización del sector al cual van a atacar.
Bien vale que nos apoyemos en ejemplos concretos.
Tomemos una pequeña muestra con lo ocurrido en el Instituto de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena de la Nación (INAFCI).
El Viernes Santo fue tan Santo que, desde el gobierno, en vez de rememorar la muerte del Mesías, reprodujeron por mil esa muerte, 21 siglos después, mediante las nuevas formas de matar a un ciudadano, las cuales todavía no llegan a la muerte física, pero sí, inclusiva, sistémica. Se lo va aislando hasta transformarlo en un paria. Un desclasado.
Ese día le cerraron la posibilidad de ingresar en el sistema llamado Gestión de Documentación Electrónica (GDE) a las y los técnicos del INAFCI. Mediante esta herramienta podían subir los proyectos que se ejecutarían y las diferentes acciones que marcaban su presencia en los territorios del país.
No hubo posibilidad alguna para comunicarse con una persona que se hiciera responsable de esa acción. Cualquier puerta que se tocara, resultaba imposible obtener respuesta. Todo era abstracto, intangible, irreconocible, nadie se hacía cargo de nada. Es decir, todo era impresentable y nuevo por su forma cruel de accionar.
Sólo la figura inefable del vocero presidencial habló de los “no trabajadores” del Instituto, con una serie falsa de acusaciones que utiliza a diario en contra del común del pueblo, la verdadera “casta” a la que ataca el presente gobierno nacional. Porque la “casta” a la que había aludido que castigaría durante su campaña, ahora la tiene incorporada en su gestión de gobierno.
Desde ese momento –Viernes Santo- las y los trabajadores no cobraron más sus sueldos, no recibieron más órdenes para ejecutar las políticas en los territorios, suspendieron el desembolso de dinero de los proyectos que ya estaban aprobados y cerraron toda comunicación con los equipos técnicos de terreno y los destinatarios de esa, hasta entonces, política de estado.
El desprecio recibido en el trato de quienes buscaron acercarse a dialogar para obtener algún tipo de explicación, fue la moneda corriente recibida a cambio. El empoderamiento asumido por los nuevos integrantes del gobierno nacional, haciendo caso omiso de las normas legales que rigen, recuerda a las de la dictadura, donde la ley era la demostración de fuerza.
A ello se adicionó que, como debían rendir cuenta sobre cómo se habían ejecutado los proyectos que habían sido financiados desde los bancos internacionales, llegaron al colmo de las aberraciones, cuando, en varias situaciones, convocaron a técnicas y técnicos que habían sido despedidos, para ofrecerles contratos basura de tres meses, por la mitad del sueldo que habían terminado recibiendo en marzo, para que finalizaran con la ejecución de los proyectos que necesitaban justificar. Carroñear es un verbo que también cultivan.
Para ese fin sí tenían los teléfonos registrados y había una voz del otro lado de la línea. Para responder si las y los trabajadores estaban despedidos o no, nadie se hacía cargo.
Mientras esto ocurría, había un ejército de trolls que demonizaba la figura de los trabajadores y trabajadoras del Estado, mediante la cual fomentaron que desde los sectores que soportan la ideología libertaria se mofaran, burlaran, atacaran y negaran a quienes consideraban algo similar al excremento. Es decir, hay un goce de la crueldad.
El efecto cascada que producen estos ataques son letales. Además de perder sus puestos de trabajo, tienen que aclarar a sus relaciones sociales inmediatas que no son ni delincuentes ni protagonistas de lo que se los acusa desde el Estado. Es decir, la reversión de la prueba.
Un supra poder sólo busca destruir lo construido al demonizar a aquéllos que trabajaron para que haya una mínima equidad en el reparto de los bienes comunes que nos corresponden.
La asimetría que se genera es cada vez más grande. La defensa de los más débiles es inocua para hacer mella en el poder acumulado por los instituidos sociales en tan poco tiempo. También marca, sin dudas, que esto se viene amasando y planificando desde época pretérita. Re-edita los períodos que los condenados no tenían derecho a defensa.
Otro ejemplo de goce de la crueldad está dado por la súper ministra Sandra Petovello. Mientras la pobreza generada por este gobierno ha aumentado a niveles escalofriantes, con cifras propias de una guerra cuando no la tuvimos, la ministra niega la posibilidad de repartir alimentos a los comedores solidarios y a los pobres.
Al Poder Judicial no le cabe otra decisión que hacer cumplir con lo denunciado desde los movimientos sociales. Porque, si bien están para sostener este sistema inequitativo, los jueces no son ningunos tontos en enfrentarse con algo tan visible en contra del pueblo.
La cúpula de este gobierno celebra la medida adoptada con la negación permanente y el ataque contra todo lo que tenga reminiscencia popular. Presenta acciones en contra de las decisiones de la justicia para no entregar los alimentos. Más perversidad no se consigue. De nuevo, gozan con su propia crueldad.
Una gragea más dentro de este esquema que vivimos. Ha sido tan efectivo el mensaje propagado desde la ultraderecha a través de sus medios dominantes, que, en parte, consiguieron dividir y meter cuña dentro de las mismas clases sociales de pertenencia. Es decir, pelear entre los de igual condición. Las discusiones en los barrios están a flor de piel. La fragmentación social es otro de los condimentos que aportan a la destrucción.
Volvieron a instalar la idea de la salvación individual y la meritocracia por sobre la tiranía del sistema que están implementando. La pobreza planificada sostenida con represión, pretende “venderse” como una necesidad del momento para que después puedas “ser libre de hacer lo que quieras”. La inocencia de miles de oídos, caen en la trampa de lo que va a convertirse en una pobreza estructural controlada digitalmente y sostenida por la violencia promovida por el estado.
Cuando se escriba la verdadera historia de este tiempo, el goce de la crueldad va a estar en los títulos de los libros digitales, los videos que se armen y los documentales que recuerden la época. Salvo que, en esa época de futuro imaginado, la asimetría ya sea tan grande que se tome a lo que estamos viviendo como el inicio del gran cambio de paradigma y esté naturalizada, de nuevo, la esclavitud humana.
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