Por Andrés Vallone *
El pueblo empuja Maduro resiste, a una semana de una elección sin precedentes en Venezuela, con repercusiones significativas tanto para el país como para toda la región. El desenlace de este proceso electoral influirá en la estabilidad de las democracias debilitadas del hemisferio y en la integridad del Estado venezolano, ya fragmentado y sin control territorial. Si se repite un fraude electoral, la crisis se profundizará y el éxodo, que ya afecta a 8 millones de personas (el 25% de la población), podría aumentar dramáticamente.
La democracia depende de la incertidumbre del resultado electoral garantizado por reglas claras, algo que ha estado ausente en Venezuela durante décadas. Sin embargo, ahora el chavismo está más débil que nunca, con una sociedad movilizada y una oposición unida detrás de líderes como María Corina Machado y Edmundo González.
En esta elección, tres escenarios son cruciales: si las elecciones del 28 de julio se realizarán, cómo se contarán los votos y qué tipo de gobierno se formará a partir del 29 de julio, considerando la impopularidad del régimen.
Los rumores de suspensión electoral son numerosos, con el régimen utilizando la beligerancia con Guyana, intentos fantasiosos de asesinato de Maduro y la amenaza de una guerra civil como excusas para impedir la votación.
Maduro, conocido por su “bluff”, depende de estas crisis fabricadas para mantener su posición, sabiendo que no puede ganar en condiciones normales, ya que diversas encuestas indican que su derrota es casi segura.
La represión contra activistas y la oposición se ha intensificado durante la campaña, con secuestros, sabotajes y clausuras de establecimientos que apoyan a la oposición. A pesar de estas tácticas, la multitud sigue apoyando a los líderes opositores con convicción. La suspensión de las elecciones podría aislar a Maduro del mundo democrático, incluso entre sus aliados latinoamericanos, que también exigen elecciones libres y justas.
El escrutinio de los votos será crucial. La única manera de contar correctamente los votos es mediante procedimientos objetivos y neutrales previamente establecidos. Sin embargo, el régimen tiene una larga historia de fraude electoral, desde los 2 o 3 puntos robados en 2013 hasta el millón de votos añadidos en 2017.
Una participación masiva el 28 de julio es esencial para contrarrestar cualquier intento de fraude. Podría repetirse la historia de diciembre de 2015, cuando la presión del ejército obligó al régimen a reconocer la victoria de la oposición.
Finalmente, el día después de las elecciones y el período de negociación y transición serán fundamentales. Venezuela ya está en una transición inevitable hacia el cambio. La reunificación familiar y la reconciliación del país son prioridades para la sociedad venezolana. Después de 25 años de exilio, represión y división, otra victoria fraudulenta de Maduro sólo aumentaría el sufrimiento y la desesperación.
* Andrés Vallone- Analista Político
Dir. Vallone &Asociados Consultores
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