Por Hugo Haime *
Mientras Milei retoma fuertemente la iniciativa política, los partidos de oposición y no tanto convulsionan.
El PRO no sabe si entregarse o poner condiciones para su rendición. En el radicalismo se rompió el bloque de diputados, confrontan los que quieren oponerse a Milei con los que quieren ser parte del oficialismo mientras un tercer sector es ni ni. En el peronismo, Cristina pidiendo pista para asumir la jefatura del partido generó un cimbronazo en lo interno y en lo externo.
Al comienzo fue sorpresa pero aparecieron problemas: el operativo clamor no tuvo el eco esperado y sus reproches a Kicillof abrieron más interrogantes que certezas sobre las razones profundas de su decisión.
Desde el 89 en adelante, cuando el peronismo fue gobierno no siempre coincidió la jefatura del Ejecutivo con la partidaria. La hubo en los casos de Menem, Duhalde y Alberto Fernández. Cuando Néstor y Cristina Kirchner fueron gobierno ninguno de los dos asumió la presidencia del PJ. Luego Néstor lo hizo en 2008 pero Cristina nunca tuvo cargos en el PJ. Entonces la sorpresa sobre su postulación cobra sentido. Cuando el peronismo perdió las elecciones en el 83 tuvo que replantearse su sentido y a partir del 85 comenzó un proceso de renovación partidaria que terminó en el 88 con la interna partidaria más movilizadora de la historia y la emergencia de una nueva generación de dirigentes.
Ello sucedía en una sociedad muy diferente a la de hoy. No estaba social y políticamente balcanizada. Era claramente bipartidista, los partidos representaban sectores sociales, el trabajo seguía siendo el ordenador de la vida social y el sueño de la movilidad social se potenciaba bajo la idea de que con la democracia todo era posible. Hoy casi nada de esto existe.
El peronismo hoy es un significante sin significado, carente de propuesta de futuro.
Tenemos una sociedad empobrecida que marcha a una latinoamericanización en donde va despareciendo la clase media. El trabajo dejó de tener valor como vertebrador de la vida social y la democracia es tomada como una mera formalidad. Los partidos políticos carecen de representatividad.
El peronismo hoy es un significante sin significado carente de propuesta de futuro y como en los tiempos del 85/88 se debe su renovación.
Ante la interna, el mundo peronista entró en ebullición, unos piensan que no hay posibilidades de futuro sin que Cristina asuma el liderazgo formal y real. En el otro extremo están quienes creen que su etapa está terminada, que su reaparición no sirve para generar un proceso de renovación dirigencial y de ideas, y que su protagonismo potencia a Milei.
Hay provincias en donde la interna es dura y los pedidos de disciplinamiento generan rebeldías.
En el mileísmo las reacciones pasan del rechazo y también el temor a Cristina, a la alegría de volver a una polarización que entienden los fortalece. El peronismo solo gobierna cinco provincias con centro en la de Buenos Aires. Allí se dirimirá en 2025 si Milei reafirma su liderazgo o entra en duda su futuro.
Descontamos que el Presidente logrará como mínimo duplicar la cantidad de diputados nacionales que tiene actualmente, pero aunque venciera a nivel nacional, perder PBA generaría el fantasma de que no tendría 2027.
En sentido inverso, si Cristina, siendo jefa de partido, no lleva su ejército a la victoria, muy probablemente su liderazgo entraría en un declive irremediable. Surgen entonces preguntas claves. ¿Cristina arrollará en la interna o le emergerá una oposición no prevista? ¿La interna será masiva? ¿Podrá sobrevivir el peronismo a otra derrota en 2025? ¿Qué sucederá si Milei pierde la madre de todas las batallas? La seguimos.
*Analista y consultor político. (Publicado en Perfil)
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