El presidente de Estados Unidos anunció los impuestos a la importación más altos en un siglo con un recargo del 20% a los productos de la UE.
La historia de la economía mundial dio un giro este miércoles en la Rosaleda de la Casa Blanca, en el exterior del Despacho Oval. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiso conceder una solemnidad especial al anuncio de los aranceles en la tercera fecha bautizada por él como “Día de la Liberación” en los últimos meses.
En una tarde primaveral fresca y con el cielo cubierto, Trump llenó de nubarrones el horizonte económico con los aranceles más altos en un siglo. Estados Unidos impondrá un arancel universal mínimo del 10% a todas las importaciones y castigará más a los países y bloques con los que tiene un mayor déficit comercial, entre ellos la Unión Europea, a la que aplicará un 20%.
Trump enseñó un cartel con los aranceles de los principales socios comerciales: Unión Europea (20%); China (34%); Japón (24%); Vietnam (46%); Taiwán (32%); India (26%); Corea del Sur (25%); Tailandia (36%); Suiza (31%); Indonesia (32%); Brasil y Reino Unido (10%), entre ellos.
La lista cubre cerca de 200 países. El presidente alega sin fundamento que los aranceles son la mitad de las cargas que esos países imponen a Estados Unidos por sus productos.
Por ahora, Canadá y México siguen sujetos a la emergencia nacional relacionada con el fentanilo y la migración, de modo que no se les aplica el nuevo régimen. Se mantiene el 25% para las importaciones que no cumplen el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) y están exentas las que sí cumplen. En el caso de China, en cambio, el 34% se añade al 20% que le aplica con la excusa del fentanilo, lo que eleva el total al 54%, más los aranceles a productos específicos impuestos por Trump en su primer mandato y por Joe Biden.
Tras un discurso lleno de resentimiento y ánimo de revancha, Trump firmó un decreto que levanta un muro a las importaciones de otros países. “Nuestro país ha sido saqueado, expoliado, violado y robado”, afirmó el presidente de la primera potencia mundial, cuya economía era la envidia del mundo hace solo unos meses.
Trump cree que su medida permitirá a Estados Unidos inaugurar una edad de oro. En cambio, los economistas temen que desate una guerra comercial que meta a Estados Unidos y a parte de sus socios comerciales en recesión.
Los aranceles de Trump son un ataque incluso a los tradicionales aliados de Estados Unidos. En ese sentido, suponen también un nuevo manotazo en el tablero geopolítico y un golpe a la globalización. “El 2 de abril será recordado como el día en que la industria de Estados Unidos volvió a nacer. Nos han engañado durante más de 50 años, pero no va a volver a ocurrir”, enfatizó.
El presidente se detuvo antes de referirse a los aranceles a la Unión Europea que, como el resto, mostró en un gran tablón. “Nunca le cobramos nada a nadie, pero ahora le vamos a cobrar a la Unión Europea. Son negociadores muy, muy duros. Uno piensa que la Unión Europea es muy amigable. Nos estafan. Es muy triste decirlo. Es muy patético”, dijo antes de anunciar que pondría un impuesto del 20% a esas importaciones, un duro golpe a sus aliados.
Trump dio su discurso, de 48 minutos, con miembros de su gabinete, congresistas, autoridades y trabajadores industriales como invitados. Tras él tenía grandes banderas de Estados Unidos. Trump proclamó el “día de la independencia económica de Estados Unidos” mientras lanzaba datos falsos para justificar sus medidas.
El republicano decidió poner los aranceles en el centro de su política económica, en una especie de viaje al siglo XIX, una época en que eran la principal fuente de ingresos del Tesoro de Estados Unidos. El presidente quiere que los impuestos a la importación recauden cientos de miles de millones de dólares anuales, lo que le facilitaría financiar otras rebajas de impuestos. “Los contribuyentes llevan más de 50 años siendo estafados. Pero eso se va a acabar”, dijo. Al tiempo, quiere que sirvan para revitalizar la producción industrial del país, al hacer más caros los productos importados. Ambos objetivos entran en conflicto entre sí.
El aparato de propaganda de la Casa Blanca bautizó el evento de este miércoles como “Make America Wealthy Again” (Hacer que Estados Unidos vuelva a ser rico), una de las variaciones del principal lema trumpista. El presidente aprovechó para lanzar su mayor andanada proteccionista, con lo que de forma impropia denomina aranceles “recíprocos”.
Los aranceles no son recíprocos, por más que Trump insista en ello. Altos cargos de la Casa Blanca admitieron bajo compromiso de anonimato la metodología empleada: “El modelo se basa en el concepto de que el déficit comercial que tenemos con un país determinado es la suma de todas las prácticas comerciales desleales, la suma de las trampas”. Ese concepto no se sostiene. Lo que pretende Estados Unidos es reducir significativamente o eliminar el elevado déficit comercial que tiene, de 1,2 billones de dólares en 2024. Trump declara que el déficit constituye una emergencia nacional, lo que le da poderes para aprobar los aranceles sin pasar por el Congreso.
En su falsa narrativa, todos los países han estado estafando a Estados Unidos durante décadas y lo que hace su Gobierno es responder de forma “benevolente”. De hecho, fuentes de la Casa Blanca sostienen sin fundamento que los aranceles impuestos son la mitad de los que corresponderían para la reciprocidad de trato. En realidad, Trump hace saltar por los aires las reglas del comercio global, desatando un terremoto de consecuencias imprevisibles. Los gobiernos de todo el mundo preparan su respuesta en forma de represalias, ayudas a sectores afectados o concesiones a Washington, dependiendo de su estrategia negociadora.
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