22 noviembre, 2024

COMPLICADO CUANDO EL VERDUGO SE NIEGA A EJECUTAR LA PENA

Por Eduardo Gargiulo

Según señala Rodrigo Ayala, periodista peruano especializado en temas de historia y ciencia, la historia de los verdugos se puede localizar en el deseo de diversos países europeos por imponer un orden social severo durante los siglos XVI y XVII.

Para ello, los sistemas judiciales idearon penas que hicieran que los ladrones y otros delincuentes lo pensaran dos veces antes de cometer delitos. Allí se habría originado la idea de las ejecuciones públicas.

“A éstas acudía un gran número de personas deseosas de contemplar en vivo la muerte de un delincuente. Lo que en un inicio tenía la finalidad de instruir o escarmentar al pueblo, pronto se convirtió en un espectáculo, casi un circo, que atraía a las multitudes”.

En su artículo publicado en el newsletter de Muy Interesante, agrega:

“Aquí es cuando se hizo necesaria la presencia de una persona que se encargara de terminar con la vida de quienes estaban condenados. Alguien que estuviera dispuesto a mancharse las manos de sangre y que no titubeara al activar la guillotina o cortar la cabeza de alguien con un hacha. Así nació el puesto del verdugo”.

De aquel “oficio” se cree que proviene la expresión “cortar cabeza”, cuando en diferentes órdenes de la vida, también en política, se piensa en eliminar a otro, despedirlo, expulsarlo o darlo de baja.

Algo así se está pretendiendo hacer en el Partido Justicialista con los numerosos “traidores” a la causa, que en los últimos meses decidieron transitar su propio camino, alejados de pruritos o tutelas partidarias. Los más expuestos, claro está, son los que mayor visibilidad tienen – los legisladores ,- por su gravitación en la vida institucional y en la marcha de la gestión.

Es decir: no son bebés de pecho que están gateando y necesitan andador. Sino hombres y mujeres con cierto recorrido y personalidad, con más o menos picardía, pero capaces de tomar decisiones basados en sus propias convicciones y conveniencias.

Hasta no hace mucho, cuando llegaba un pedido de sanciones al órgano disciplinario del PJ, se sabía que “la conducción” así lo había dispuesto o permitido. No había nada que discutir, sino fundamentar lo ya decidido. La resolución era un trámite expres. “Sale con fritas”.

Aunque algunos se nieguen a admitirlo, los tiempos han cambiado tanto en el país como en nuestra provincia. Una prueba de ello es la resolución que emitieron tres de los cinco integrantes del Tribunal de Disciplina del PJ, quienes se han negado a dar luz verde a la expulsión pedida contra los díscolos y, en cambio, tuvieron la osadía de “bajar línea” sobre lo que debería hacerse.

La sugerencia no parece demasiado compleja: “Convocatoria amplia para hacer una autocrítica sobre las razones de la derrota… Escuchar la opinión de todos… Asumir errores… Encarar una reorganización de cara al futuro.. Priorizar la unidad, el respeto y la diversidad de ideas”.

Casi de manual. No obstante, para hacerlo debería abrirse el partido, donde entran casi todos, en lugar de convocarse a la redacción del diario, donde caben unos pocos.

El contundente dictamen de la mayoría está dirigido a la presidenta del Tribunal de Disciplina, María Antonia Salino, ex mujer de Alberto Rodríguez Saá:

“No estamos de acuerdo con la nota presentada por los diputados provinciales del Partido Justicialista, donde agravian y descalifican en duros términos a otros compañeros diputados, pretendiendo ser los dueños de la ética peronista y, por ende, no avalamos el inicio del proceso de ningún tipo de sanción hacia ningún compañero”.

Por ahora, entonces, el escarmiento deberá esperar. Habrá que devolver las entradas al circo. El problema es que cada día que pasan son más los que pierden el miedo. Incluso algunos insolentes reclaman internas abiertas, para eludir la trampa y renovar conducción.

El inédito dictamen ha descolocado al ex gobernador. No solo se siente abandonado y cada vez más solo, sino que encima aquellos a quienes designó para ejecutar la pena se niegan a cortar cabezas. Qué miseria. Resabios de la modernidad. Verdugos eran los de antes.

 

 

 

 

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