7 diciembre, 2024

LA UNIVERSIDAD PÚBLICA, GRATUITA E INCLUSIVA SE DEFIENDE Y SE MILITA

Por Ing. Arnoldo Domingo Pucci *

 

A más 100 años de la Reforma Universitaria, sigue teniendo sentido su memoria por tratarse de un acontecimiento emancipatorio y señero que instauró para nuestras universidades públicas la autonomía, el cogobierno y la libertad de cátedra, entre otras mejoras de valor.

Hecho bisagra, con sus marchas y contramarchas asociadas a las distintas coyunturas políticas, la Reforma Universitaria tuvo en el tiempo una proyección honda al interior de la vida universitaria y también una fuerte influencia hacia fuera de ella, ya que planteó un ideario que iba mucho más allá de reformas académicas.

En función de ello, creer que el modelo argentino de universidad empezó y terminó para siempre con la Reforma Universitaria es un grave error al que cierto voluntarismo político contribuye con una valoración mítica del acontecimiento.

El modelo universitario argentino incluye también la gratuidad y el ingreso irrestricto. Y esos dos baluartes no son patrimonio de la Reforma Universitaria. De hecho, la asamblea estudiantil reformista de 1918, decidió no aprobar el proyecto presentado por Gabriel del Mazo y Dante Ardigó, que incluía la gratuidad y un programa de becas para estudiantes pobres. Gratuidad y acceso irrestricto fueron logros de otro grupo de transformaciones de la enseñanza universitaria, inscriptas y asociadas al proceso político peronista que determinó el acceso de las clases populares al poder. No puede obviarse además, que ese proceso político se encontró con la resistencia activa de las universidades de tradición reformista.

Estas nuevas reformas configuraron otra tradición universitaria en nuestro país, diferente a la nacida en 1918, y estuvieron dirigidas a valorizar y jerarquizar la educación técnica y profesional como herramientas fundamentales para el desarrollo industrial nacional, la independencia económica y la justicia social. Invisibilizada, tergiversada y denostada.

Esta tradición tuvo su punto más saliente hace casi 74 años, con la firma del Decreto 29.337 del 22 de noviembre de 1949 del mismo presidente Perón, que habilitó la gratuidad de la enseñanza universitaria permitiendo así el acceso de las clases populares a la formación profesional universitaria. A este avance se sumó luego, en 1953, el ingreso irrestricto.

La primera modernizó la universidad y la vinculó a los sectores medios. Pero en la década del 40 hay que decir que las universidades argentinas seguían siendo elitistas y restrictivas. Por caso, las facultades de ingeniería de las universidades nacionales se negaban a recibir egresados de escuelas industriales y técnicas. Las reformas peronistas fueron las que permitieron que los trabajadores de las fábricas y los hijos de los trabajadores pudieran estudiar una carrera universitaria y esa fue, en gran medida, la causa de la ruptura del determinismo social y económico en Argentina.

Esto se pone de manifiesto cuando en el 19 de agosto de 1948, por ley de la Nación se crea la Universidad Obrera Nacional, que diera origen posterior a la Universidad Tecnológica Nacional que pone fin al elitismo y restricción de las universidades nacionales argentinas, con una universidad más federal.

Estas dos tradiciones universitarias diferentes, que tuvieron no pocas contradicciones históricas y enfrentamientos, plantean hoy una situación novedosa. No pueden historizarse sin distinguirse y contrastarse, pero tampoco pueden reivindicarse sin asociarse, porque ambas confluyeron en la síntesis de un único modelo universitario que llega hasta nuestro presente. Y ambas tradiciones llegan inacabadas y en riesgo. Es decir que, ninguno de los logros y rasgos de nuestras universidades públicas puede darse por imprescriptible o asegurado para siempre.

Hoy esas conquistas deben ser defendidas y potenciadas más que nunca en contra de los sometimientos y las injusticias que se promocionan con ahínco. La singularidad del modelo universitario argentino, único y peculiar en el mundo y al mismo tiempo exitoso como motor de desarrollo social, es algo sobre lo que siempre acechan el conservadurismo retrógrado, los planteos privatizadores, las ansias excluyentes, los detractores de la acción estatal y los fanáticos del ajuste de los presupuestos.

 

* Sec General de ADOI-UNViMe. Director de Seguridad y Salud Laboral de CONADU.

 

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