La noticia de padecer cáncer puede ser recibida de distintas maneras, todas marcadas por un sentimiento de angustia. Algunos podrían deprimirse y abandonarse a su suerte. Otros, desde las ganas de vivir, someterse a todo tipo de tratamientos y terapias. En el medio, aquellos que se dedican a vivir lo que les queda y reventar los últimos cartuchos.
Algunos pueden salir a contarlo; otros callarse, bancarse el dolor en soledad.
La reacción ante la encrucijada de la noticia es individual y subjetiva y nadie tiene derecho a cuestionarla. Depende de cada uno.
En el caso del colega Santiago Scully, comunicador y director de una radio de Villa Mercedes, Dr. Rock, demoró un año en salir a hablar públicamente del tema. Transitó la procesión por dentro, vivió la enfermedad en el entorno de sus seres más queridos. Hizo todo lo que le aconsejaron los médicos. Luego, cuando se sintió seguro, adoptó la decisión de compartir con el mundo sus sentimientos y pesares.
En ese marco, aceptó conversar con Apuntes de San Luis y manifestar porqué hace lo que hace, su objetivo de ayudar y “acompañar” a otros que padecen lo mismo que él, tratar de demostrar que el cáncer no es sinónimo de muerte. Y si le toca lo peor, aceptarlo serenamente, no sin antes dar testimonio de su batalla.
“Nadie tiene la vida comprada”, dice en una parte. Lo afirma desde la más absoluta certeza. Él padece cáncer, pero cualquiera se puede morir de cualquier cosa. Habla con naturalidad de la muerte, como para perderle el miedo, por más que en su caso esa opción lo angustie a cada paso. Pero el loco no arruga y trata de infundir valor.
Ojalá viva mil años y florezcan otros Scully con el mismo deseo de superación ante la adversidad. Convencidos que, pase lo que pase, es importante dejar una huella en este mundo. Registro que no se alcanza a través de objetivos materiales, cargos o títulos, que alimentan cuestiones de vanidad personal. Sino por proyectar valores desde uno mismo, pensando en qué podemos hacer por el otro.
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