Por Eduardo Gargiulo
El país y nuestra provincia se encuentran atravesados por situaciones de máxima confrontación política, cuyo paralelismo llama la atención y, al mismo tiempo, preocupa.
En las últimas horas pudo conocerse que el auto particular del senador del Departamento Belgrano, Juan Carlos García, sufrió un serio atentado.
Días después de la frustrada sesión de la Cámara Alta, en la que no se pudo tratar el pedido del gobierno para endeudarse con el Banco Nación, y del “personalizado” discurso del gobernador Claudio Poggi, el automóvil del jefe del bloque de senadores de la oposición apareció seriamente dañado, con sus vidrios rotos y las cubiertas tajeadas.
Se encontraba estacionado frente a su vivienda particular, en Los Manantiales. Claramente no fue un hecho policial, porque no fue un intento de robo.
Desde la oposición lo interpretan como una “advertencia” por su oposición al anticipo financiero que hubiera permitido abonar completos los salarios de enero a los empleados estatales. Desde el oficialismo no existieron declaraciones ni expresiones de repudio o de solidaridad.
Por su lado, y a pocos días del paro general convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT) para el miércoles 24, el secretario general de la central obrera, Héctor Daer, afirmó que la huelga es “inamovible” y lanzó críticas hacia los bloques “dialoguistas” que negocian con La Libertad Avanza (LLA) para llegar a un acuerdo sobre la ley ómnibus enviada al Congreso por el presidente Javier Milei.
“Los dialoguistas no van a poder caminar por la calle si van y entregan el Banco Central. Porque el Banco Central no es un tema de los trabajadores, es el que generó la posibilidad de desarrollo de todo el país, del interior”, sostuvo respecto a la posibilidad de que la entidad quede dentro del listado de empresas a privatizar.
¿Cómo deben tomarse sus palabras, que a pocos llamó la atención? ¿Los van a escrachar o tal vez los muelan a trompadas, según sea como voten?
Dos hechos puntuales. Señales preocupantes que evidencian horizontes para nada alentadores, si los principales actores políticos no encuentran canales de diálogo que encaucen las diferencias a través del debate y la búsqueda de consensos.
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