Por Nancy Giampaolo *
Después de una jornada centrada en el protocolo de la exdetractora de protocolos, Bullrich, y la extorsiva idea de amenazar con sacar el plan a quien se manifieste (perversa contrapartida de intercambiar planes por asistencia a marchas), durante las últimas noches, volvieron a sonar cacerolas.
La millonaria campaña de Massa, “el panqueque” que alcanzó inútilmente el apoyo del establishment y los medios de comunicación, confiando en las pantallas, como si influencers, comunicadores y otras yerbas alcanzaran para tapar la crisis desde X y TikTok, parece un recuerdo de tiempos adámicos. En este momento, la concreción del DNU de Milei es como el “fantasma que recorre Europa”, pero a la inversa. Muchos de sus defensores dicen que es el primer presidente que no miente y que las cacerolas son “un armado K”, en tanto muchos de sus votantes aseguran, a pocos días de gestión, “yo no lo voté para esto”.
Mientras tanto, el nuevo combo de libertarios y cambiemistas gobernante se complementa con la generalizada tibieza de la oposición pejotista, a riesgo de ser percibida como soterrada complicidad. Más flojos todavía, Larreta y la UCR denuncian malos modales…
Pero en las manifestaciones nocturnas se destiló, gracias a algunos grupos que no daban la impresión de ir a la saga de una “orga”, el sabor inequívoco de una desilusión general respecto de la política prebendaria que, con matices diversos y resultados demasiado similares, nos regula la vida desde hace tanto.
Frente a la reforma previsional de Macri, el “Que se vayan todos, que no quede uno solo”, hitazo de 2001, volvió por unos días hasta apagarse en el mar de la grieta. Ahora, bajo la gestión que ganó con la promesa impracticable y seductora de correr a la casta política, el cantito emblema del hartazgo nacional sonó en focos aislados, entre las arengas partidarias de rigor, suscitando nuevas preguntas:
– ¿Se apagará por falta de potencia?
– ¿Será capitalizado por los intereses del kirchnerismo y/o sus aliados?
– ¿O crecerá junto a los precios, abarcando cada vez a más sectores?
Con su tímido “Que se vayan todos”, las nuevas manifestaciones pueden prefigurar un escenario en el que la corporación política vuelva a ser blanco del repudio popular. ¿Cuenta “Peluca” con que el apoyo de Cambiemos y su mano dura, sumado a la displicencia opositora, apagará cualquier mecha?
¿O acaso comienza a sospechar que, blanqueada su adhesión a la casta, las “hordas” que avanzaron sobre Rodríguez Saá pueden rearmarse y pedir que ruede, primero que ninguna, su estrafalaria cabeza?
* Periodista, guionista y docente (Publicado en Perfil)
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